Las mujeres vivimos llenas de preocupaciones, obligaciones y “must have” que convierten nuestro día a día en una lista interminable de tareas imposibles de cumplir. La naturaleza juega caprichosamente con nuestras hormonas y la sociedad tampoco colabora demasiado imponiéndonos roles basados en estereotipos. Nuestros sueldos son más bajos que los de los hombres y tenemos que aguantar a una serie de tarados mentales que se escudan detrás de la palabra “piropo”, para practicar la forma más velada de acoso. A todo esto, tampoco ayuda que nos hayamos convertido en nuestras peores enemigas … situación que los hombres aprovechan claramente a su favor para encamarse simultáneamente con dos, tres e incluso cuatro de nosotras al mismo tiempo.
Con este panorama tan real como desolador, necesitamos momentos para nosotras, necesitamos sentirnos y vernos bien para poder sobrellevar esta pesada carga. Much@s tachan de superficiales a las mujeres que se realizan tratamientos de belleza, pero lo que no saben es que no es sólo el masaje o los cosméticos … detrás de acudir a un salón de belleza hay mucho más que un tratamiento estético: es la charla, es el desahogo, es el consejo, es la confesión … en ocasiones el tratamiento es más para el alma que para el cuerpo.
La vanidad es pecado capital, no el hedonismo. Cuidarte, quererte, mimarte e invertir tiempo y dinero en ello, no es un acto reprochable. Piénsatelo la próxima vez que escuches a mujeres criticando a mujeres por recurrir a tratamientos estéticos.
